sábado, 27 de marzo de 2010

Ya


De la Exaltación de la Semana Santa ofrecida en el Centro Cultural Parque de los Príncipes:

Ya llega el tiempo de las palmas tambaleándose, ya llega el tiempo de las ramas de olivo, de los pasos impacientes en las iglesias, de la plata limpia; ya llega el tiempo de sacar las mejores galas para que Sevilla se muestre, con sus reposteros, sus palcos y sus sillas alineadas en la carrera oficial con ese ligero olor a recién barnizadas.
Ya llega el tiempo donde la ciudad será un hervidero a los ecos de tambores, cornetas, bombos, platillos…, ya llega el tiempo de las casas de hermandad donde se reparte la papeleta de sitio, donde se compra la foto que te pide la madre, donde se retocan cirios, cruces de penitentes, varas, insignias; ya llega el tiempo donde saldremos a unas calles repletas de nazarenos, penitentes, diputados, monaguillos, acólitos, costaleros, capataces, músicos…
Ya llega el tiempo de las hermandades que sacan sus cofradías y toda el alma guardada un año; de Pasión, de los Estudiantes, de Santa Marta, de San Isidoro, de Montesión, del Cachorro, de la Mortaja, de la Quinta Angustia, de San Benito, del Cerro, de Santa Cruz y de San Gonzalo, de la Estrella, de la Carretería, del Dulce Nombre, y del Valle, de las Cigarreras, de la Hiniesta, de la Trinidad, del Museo y de la Amargura, del Calvario, de los Gitanos, de la O, de la Mortaja, de la Soledad, de las Penas y de las Aguas, aguas del costado, que no de las nubes; llega el tiempo del Baratillo, de San Bernardo y de la Sed, de San Roque, la Candelaria, los Panaderos, los Servitas, la Lanzada y del Gran Poder de Dios, de la Esperanza, de la Paz y del Amor… Que hay que ver lo que se expone aquí; tantas y tantas imágenes, tantas y tantas devociones que guardan los cofres de las Iglesias para derramarlo por toda la ciudad en primavera. Sevilla es grande, porque su alma es grande.
(...)
Y justo, cuando los ojos se despiertan y el pensamiento llega a coordinar en el día justo en el que amanecemos, el niño descorrerá con impaciencia la cortina de la habitación para contemplar el milagro de ese cielo azul que se abre por completo. Y pronto se sucederán todos los acontecimientos: marchas que se intuyen desde el salón de casa puestas en el tocadiscos antiguo, aire tibio y primavera, vestir corbatita y pantalón corto por manos de santa, peinarse muy a la raya, bajar impaciente, colocarse la medalla que llega hasta la cintura, jugar con ella, abrirse de nuevo a ese cielo azul más esperado y emocionarse, oler a colonia, llegar a Su Iglesia, oler a San Juan de la Palma, resbalar los pies en el pulido suelo, ver gente, oler a flores, ver rostros conocidos, oír a Antonio el capiller, sentirse en casa, ver el tremendo Silencio en tan grande majestuosidad, ir al altar que hoy es de insignias, contemplar el decorado, acercarse, llegar a Su paso, levantar la cabeza, ver Sus ojos, sentirla, ser alzado en brazos, admirarla, amarla, soñar despierto y saber que siempre, siempre, la vamos a tener ahí, asegurarnos que la pegatina con Su escudo que nos pusieron al entrar sigue en nuestra rebeca azul; y no comprender, y no llegar a imaginar, y no poder soñar que tú cambiarás, y Ella no, irás con cirio, con incensario, de costalero bajo Ella, irás de diputado, irás de mil formas distintas, y Ella igual. Para querernos, para quererla. Otro Domingo de Ramos y, ¡qué alegría! poder vivirlo como aquel de niño, a la una de la tarde, en Sevilla y en San Juan de la Palma.


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