martes, 30 de diciembre de 2008

En el año que se va


"En la calle de la Amargura"



Oyense los rumores del cortejo que conduce al Redentor. Los primeros compases, que sustituyen al tema fundamental de la obra, describen la omnipotencia de Cristo. Continúa el poema con el desarrollo del tema inicial.
Ya la oímos. Es la melodía de nuestros recuerdos. La oímos a lo lejos, con ese mutismo que sus propias notas susurran. Es la melodía del consuelo a una Madre. Es nuestra melodía.
Es la casa de tus abuelos, el olor a incienso, la saeta de centeno en una radio, es el perfume que se adivina del azahar, es el ensayo de costaleros, es el cambio a ropas de hebrea, es la primera torrija, es el olor a miel, unos palcos que se montan, un pregón, un besamanos y un besapiés, una mañana soñada todo el año, unos reposteros que se planchan cambiando su olor a cómoda antigua por su orgullo grana que evoca; una pegatina en la solapa, un alfiler que prende un niño, unas palmas que se tambalean a lo lejos, un altar de insignias impaciente, … ¿No la oyes?


Constituye el segundo motivo una frase de apacible dulzura, inspirada en las consoladoras palabras de San Juan a la Virgen, esta frase llega a su más alto grado de sonoridad. Seguro que ya la sientes dentro, seguro que oyes hasta sus bambalinas, que hueles la cera del cirio, que pasas una a una las cuentas de tu rosario, que ves un andén un Lunes del año; que ves alejarse un palio y mientras la sientes se cae sin querer esa lágrima por no comprender qué diálogo estás viendo, qué corona, qué manto, qué Discípulo tan amado intentando sacar algo de fuerza para quitar tanto dolor; seguro que ves una calle con un convento y unas hermanitas arrodilladas, seguro que si cierras los ojos oyes.
Seguidamente comienza el tercer motivo, en forma de Coral, en pianísimo, evocador de los rezos de los creyentes, y es interrumpida varias veces por las trompetas romanas.
Ahí vemos el andar costalero, yo lo he dado ahí, en esa oscuridad, en ese sentimiento que 30 personas sólo lanzan como una sola, sólo pasa cuando se oye lo que evocamos ahora, sólo pasa ahí, debajo Suya; el ritmo que damos, el ritmo que suena en nuestra vida cofrade, ese paso al frente, -¡poco a poco valientes!-, esa borla que choca con el varal una y otra vez como cada una de nuestras lamentaciones en la vida. Cuántos recuerdos mientras la oímos y la adivinamos en nuestro ser: la mudá del paso del Señor, una papeleta de sitio, un donativo para cera y flores, un ajetreo de Iglesia, un paso que se monta, unos varales que se limpian, una plata que reluce su ocultismo de vitrinas, unas bambalinas que ya suenan, un manto que se despliega, unos respiraderos que sueñan su paz solo despierta de pronto con bullicio, una iglesia que rebosa, una voz de un capataz, unos pies que rachean, un costal que se ajusta, una faja que se ciñe, un cirio que se enciende; un incienso que dibuja volutas en el aire intentando llegar, intentando tocarla, intentando besarla… Continúa el Coral en fortísimo.

¿No la oyes aún?, es una túnica que se plancha, un capirote que se prueba, un cinturón que se compra, unas sandalias que se arreglan, es ese costalero que a lágrima viva llora una cuaresma mientras mira su brazo roto, son tantas lágrimas derramadas mientras ves los pasos quietos y oyes la lluvia caer fuera, ¿La oyes? tiene el nombre de lo que ahí se siente, dentro de la iglesia, en esos Domingos lluviosos.
Aléjase el cortejo dejándose escuchar de nuevo el tema base de la obra... El cortejo ha desaparecido. Una mirada, una lágrima, un padrenuestro, un Avemaría, Oyense los comienzos de una saeta, interrumpida por las campanas, saeta que queda sin terminar como invitando al pueblo para que continúe; seguidamente, termina el poema con la frase, en fortísimo, fundamento del mismo.



¿La has oído?
Oyéndola la veo. Es mi Madre.


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